Maria contempla los restos. El asesino ya no acechara más mujeres, como si fuera una versión postindustrial, monstruosa y distorsionada, de la condesa Bathory.
Todas hablan, gritan de alegría. Maria calla y escucha. Quien lo hubiera dicho, tan fácil, dicen, ni trabajo costo. Fácil, repiten, nos hubiéramos decidido antes, si yo les decía, pero nadie me hacia caso, es que no parecía posible, tenias miedo…miedo…Y la palabra se disuelve en los oídos de Maria como cadáver incomodo rociado con acido…miedo…corroyendo la carne y los huesos…para después no dejar huella, solo el esqueleto de lo que nos atemorizaba tanto. La ruina de tanto odio y maldad. El poder asesino desaparece. La última maquila de Ciudad Juárez ya no existe.
Pasa el tiempo. Maria, ahora vieja, cuenta historias de horror para asustar a sus nietos. Mujeres arrancadas de sus familias y enviadas al abismo de la explotación. Los nietos escuchan. Cuando la Revolución llego acabamos con todo eso, les dice, con los capataces, los policías, los dueños de todo. No los metimos en ninguna cárcel porque no creíamos en cárceles. No queríamos un mundo con cárceles, mejor un mundo con panteones, lleno de muertitos arrepentidos. Un mundo sin esos asesinos.
Todas hablan, gritan de alegría. Maria calla y escucha. Quien lo hubiera dicho, tan fácil, dicen, ni trabajo costo. Fácil, repiten, nos hubiéramos decidido antes, si yo les decía, pero nadie me hacia caso, es que no parecía posible, tenias miedo…miedo…Y la palabra se disuelve en los oídos de Maria como cadáver incomodo rociado con acido…miedo…corroyendo la carne y los huesos…para después no dejar huella, solo el esqueleto de lo que nos atemorizaba tanto. La ruina de tanto odio y maldad. El poder asesino desaparece. La última maquila de Ciudad Juárez ya no existe.
Pasa el tiempo. Maria, ahora vieja, cuenta historias de horror para asustar a sus nietos. Mujeres arrancadas de sus familias y enviadas al abismo de la explotación. Los nietos escuchan. Cuando la Revolución llego acabamos con todo eso, les dice, con los capataces, los policías, los dueños de todo. No los metimos en ninguna cárcel porque no creíamos en cárceles. No queríamos un mundo con cárceles, mejor un mundo con panteones, lleno de muertitos arrepentidos. Un mundo sin esos asesinos.
Coatlicuesbelt
http://www.myspace.com/coatlicuesbelt
3 comentarios:
Muy buen cuento. He aqui la prueba de que no se necesitan groserías para expresar las ideas y sentimientos. Que buena imaginación hay en el relato.
Asi da gusto ser asesino serial
Coatlicues_belt: Gracias por los comentarios, aunque ahora que lo leo de nuevo me doy cuenta que me pase de lanza con las comas, mala suerte de principiante, ni pex. Saludos.
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