lunes, octubre 16, 2006

El retrato.

Llegué al lugar, mejor dicho mi padre me obligó a ir. El funeral familiar de Erick, mi hermano mayor de 20 años, fue lo más triste que he vivido, no quería repetir ese dolor.

Al entrar en esa mansión, lo primero que miré fue una gran corona de flores blancas y en su centro una fotografía de mi hermano. La mayoría de los asistentes eran hombres, en cuyos rostros no se dibujaban caras largas ni lamentos, sino rostros duros y gestos firmes.

Recién entré un elegante viejo me dijo: -Ven Adolfo, no tengas miedo, tu hermano es para nosotros un ejemplo de valor.

Sus palabras me asombraron. Desde que el juicio de Erick se hizo público, todo el mundo me señalaba gritando que él merecía lo peor por haber asesinado, uno por uno, a esos 8 muchachos.

Nunca supe porqué lo hizo, papá se encargó de que yo no recibiera noticia alguna del juicio.

En la sala de la mansión el viejo me presentó con cada grupo de invitados, ellos siempre mostraron respeto hacia mi hermano. Así, después de saludar a un general parado junto a la chimenea, levanté la vista y observé en la pared un famoso retrato. Al notar lo que veía, el viejo, tras darme unas palmadas en el hombro me dijo: -Gracias a jóvenes valientes como Erick la obra de nuestro Fürher continúa.

Rapaquiwi

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como que le falto algo de ambientacion, pero ante formato tan corto está dificil profundizar mas. Buen cuento.

Anónimo dijo...

Era precisamente lo que iba a decir, que con un format limitado este me parece un buen cuento. Aunque como estoy medio guey no ubico bien que pedo con el funeral ¿Era un soldado del regimen nazi? ¿Ese Adolfo no es Hitler, verdad? Lo dicho, estoy bien sonzo.

Beam dijo...

Disculpa Luis, pero dudo que 200 palabras sean un formato "limitado".

He leido novelas de 300, 000 palabras que no dicen nada. He leido textos minimales (haikus) que lo explican todo.

Cuestión de percepciones, pues.