lunes, octubre 30, 2006

La primera vez que oí su canto, en uno de esos rincones escondidos de Constitución, su voz me hipnotizo de tal forma que no descanse hasta dar con la entrada de aquel lugar. Sirenas Table Club se llamaba el antro y adentró las sirenas bailaban y cantaban rodeando como venenosas morenas los tubos de metales preciosos distribuidos por la pista alberca de agua salada.



Ariel se llamaba la mas hermosa, la que me conquistó con sus ojos azules y pelo rojo, la que visitaba tres veces por semana y me rozaba con sus labios, sus pechos y escamas en el caliente jacuzzi privado. La que me derretía con su dulce voz y tibio aliento, la que quería comerme a besos y abrazos, pero que nunca lo permitió; antes había que pagar el precio y no era con joyas ni dinero. Así fue como me convenció de matar a Cenicienta, esa gorda y frígida mujer de cuarenta, con la que se suponía viviría feliz para siempre.



Cuando intente entregar el aún tibio corazón, Ariel se había ido; el Sineras estaba clausurado, como desde hace 10 años… No me arrepiento, aunque ahora vivo en el Penal de Cadereyta, al fin soy libre.


Luis Luna
http://cineralia.blogspot.com

5 comentarios:

From the brain of Alfrek dijo...

Esa Cenicienta es una ingrata

isis dijo...

está chido.

Paola R. dijo...

Me gustó. Moraleja, nunca hay finales felices...

pepe dijo...

Hey, me gusto mucho, "...con la que se suponía que viviría feliz para siempre." simplemente genial.

Creo que es el mejor.

Luis Cineralio dijo...

Gracias a todos por sus comentarios!