Salió del consultorio con la cara burlona que tantos golpes le ganara en la adolescencia. ¡Estúpidos idiotas!, les gritó antes de azotar la puerta. Luego se supo al fin liberado y sin la responsabilidad de adular a aquel sujeto que se hacía llamar gurú; dejaría, por fin, de visitar día tras día el mismo espacio de emeeseene para conjurar su horóscopo de luz matutino, demasiadas deudas en las tarjetas por el diezmo exigido, y las idas y venidas a aquel monte le seguían haciendo cansar más. Pensó en llamar a su madre y hermana y explicar lo sucedido, ¡mejor le pongo una manzana a la santa muerte!, se decía mientras el elevador anunciaba la llegada al lujoso lobby del hotel. Después de mirar por última vez, siguió andando hacia las calles en aquella fría mañana de invierno y acarició sus muñecas, como preso recién liberado de sus ataduras. A tres cuadras de ahí, aquel ruido casi lo tiró al piso y sintió que la espalda se le quemaba. Pero fue demasiado tarde para creer, cuando alzó la vista y vio la nave nodriza elevándose por los cielos, y en aquel sitio, un terreno baldío donde se alzara el edificio más moderno de la ciudad.
Ephra
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4 comentarios:
Me recordó cierto capítulo de los Simpson jejeje. De todas formas, el final es muy bueno, me gusto.
Muy bueno, con un poco menos de prisa se leeria mejor. Le hacen falta un par de espacios, comas y puntos y aparte.
Esperaba que sucediera algo diferente pero el giro del relato al final es inesperado. Ta chido.
¿Que no se va a vengar al texto "Yanumiro Matsumoto"?
me gustó la forma de escribir, el texto la verdad que no.. =/
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